Queremos una casa bonita. Una casa bonita donde poder invitar a nuestros amigos a pasar grandes momentos. Pero queremos una casa de la que nos sintamos orgullosos, claro. No vale cualquier casa porque en el fondo queremos lo mejor. Queremos tener mejor casa que nuestro vecino. Este comportamiento del ser humano no es nuevo.
En algunas ocasiones encontramos la excusa perfecta para dar rienda suelta a nuestro lado más superficial. Ojo, que también está la parte en la que nos encanta ser las personas más desgraciadas del planeta mostrando también nuestras miserias. Lo que importa es demostrar que somos MÁS en todo. Si me va bien, es que me va mejor que a ti; si me va mal, es que me va peor que a nadie en este mundo. Pero siempre MÁS.
Lo Superficial

¿En serio nos preocupamos por una lámpara de diseño? Sí claro, alguien la ha diseñado, no nos creamos tan especiales. ¿Acaso las cortinas o los muebles son importantes? O tener el cuadro más feo de la historia porque hemos visto que está de moda y hemos decidido colgarlo, a pesar de saber que no tardaremos demasiado en quitarlo.
He estado en pisos de amigos la mar de cuquis, de los guais, los de obra nueva. Esos que acaban llenos de muebles hechos a medida, tan nuevos y que huelen tan bien: el olor de las maderas, la pintura… Vamos, que parece que lo tienen todo para ser un hogar.
Pero claro, enseguida me doy cuenta de que es lo que es: un piso nuevo con muchas cosas nuevas que huelen a nuevo. Por cierto, la mayoría de veces esas cosas son muuuuuchas cosas. Porque está directamente relacionado.
¿Qué tendrá esto que ver con hacer hogar? Pues muy sencillo, que el hogar se hace desde dentro. No solo de forma literal, también se trata de lo que hay dentro de nosotros, que es lo que realmente hace que tengamos un hogar o solo un lugar donde vivir y convivir.
Ahora en serio, pero en serio de verdad. Reflexionemos. Quizá seamos una de esas personas que no viven en la superficialidad pero que nos gusta tener la casa ordenada en sintonía con nuestras emociones. Por ahí empezamos a entendernos. Si nos sentimos bien, todo lo que hagamos hacia fuera estará bien. Así tenemos la cabeza, así vivimos.
Si tenemos la necesidad de acumular y acumular, en el fondo hay una necesidad de tapar y tapar
Con algo tenemos que llenar los vacíos emocionales. Nos encanta tapar agujeros con cosas volátiles que al más mínimo roce se desmoronan dejando de nuevo ese vacío al descubierto. Nos cuesta mucho pensar qué es lo que nos falta y el porqué de ese agujero. Es mucho trabajo, lo dejo para mañana. Cuando en realidad es más agotador tapar una y otra vez sin resultados que dedicarle tiempo de calidad (el que sea necesario) para que ese agujero deje de serlo.
Nos cansa porque no vemos un resultado inmediato. Tener placer instantáneo se lleva mucho ahora. Yo prefiero el placer de haber arreglado algo definitivamente aunque me haya llevado mucho tiempo conseguirlo. Para lo bueno hay que tener paciencia. No de esa en la que esperamos a que la suerte llame a nuestra puerta y nos lo de todo hecho, no. La paciencia del esfuerzo no recompensado al instante. Con trabajo y paciencia las cosas llegan cuando tienen que llegar, que es ni más ni menos cuando estamos preparados.
Sigo que no quiero desviarme del tema. Esos pisos tan cuquis estaban llenos de muchas cosas pero cada vez que iba pensaba: Hola, ¿hay alguien ahí? Para mí estaban vacíos porque carecían de lo más importante: AMOR. Podemos estar en una casa preciosa, que si no se respira amor en ella no deja de ser cuatro paredes con más o menos estilo. Del mismo modo que me encanta rodearme de personas que se quieren, me encanta estar en casas que son hogares. Porque eso quiere decir que los que viven en ellas desprenden amor. Adoro esas casas de las que no te quieres ir y acabas siendo la amiga plasta que tienen que acabar echando, o quedándose a dormir, que también me ha pasado. Esas son las casas bonitas. Cada uno de nosotros tenemos la capacidad de transformar todo aquello que tocamos en algo bonito. Pero cuidado, que también somos artistas haciendo lo contrario. Al final acabamos haciendo lo que nos resulta más fácil, más cómodo. Y eso se traduce en una falta de cuidado brutal.
Lo Importante
Debemos cuidar aquello que amamos. Tanto si vivimos con nuestro perro como con los hijos o pareja. O todos juntos. Debemos cuidar de ellos, debemos cuidar de nosotros. Eso reflejará más belleza que cualquier cuadro hortera. Un hogar está lleno de amor, comunicación y cuidado.
Porque un hogar solo se consigue cuando prestamos atención a las cosas importantes y nuestra prioridad son los que viven en él. Y si no tenemos familia, también podemos hacer hogar porque el hogar somos nosotros. Será entonces cuando sean nuestros amigos los que no quieran irse tras largas conversaciones, por sentirse cuidados y queridos como familia.

Ahora confesaré algo: soy una persona muy ordenada y sí, no me he quedado tranquila hasta que no he puesto cortinas en el comedor (en el resto de la casa no hay). Pero para mí es importante que nuestra casa hable de nosotros. Es decir, que si nos gusta tenerla ordenada y bonita, ¿por qué no hacerlo? Lo importante es no estar tapando nada con ello. Puede parecer un detalle muy absurdo esto de tapar, pero seguramente todos hemos estado en un «no hogar» de alguien que lo ha hecho.
Sigo con las confesiones. Vivo con mi pareja desde hace más de 15 años. Hace 6 que vivimos en una casa «no propia» del banco. El resto fueron distintos pisos de alquiler. Desde obra nueva de esos que huelen tan bien hasta otros de los que queríamos huir. Pues en ninguno tuvimos ni lámparas ni cortinas. Eso sí, estaba lleno de velas que olían muy bien, pero también de amor. El amor huele muy bien.
No le dábamos importancia a esas cosas, lo importante era crear una familia, un hogar. Nuestra familia es de dos (él y yo) más los perros que se vayan sumando. Hasta hace poco éramos tres pero si estás leyendo esto es probable que ya sepas la historia de nuestro pequeño peludo.
Ahora estamos en una casa de esas con jardín por arreglar, garaje por arreglar, un baño de los años 80 por arreglar, una cocina con muchas posibilidades por arreglar y un comedor con una chimenea a punto de desmoronarse. De ahí la necesidad de tener unas cortinas. Podría hacer un artículo centrado en cómo vivir en una casa con paredes de colores y cinco tipos de suelos distintos y no morir en el acto. Pero es nuestro hogar. He puesto las cortinas y he dejado todas las paredes blancas porque mi cabeza está tan serena que necesito ver fuera lo que siento por dentro. Claro que tenemos ganas de tenerla terminada y bonita, pero estamos tan metidos en nuestro proyecto de vida que todo eso es secundario. No necesitamos más que nuestras ganas de seguir creciendo personalmente y seguir haciendo hogar. Eso sí, el despacho es la única estancia de la casa que está casi perfecta, pero le faltan cortinas…
Nuestro hogar ha estado en cada piso y también lo está en esta casa. Sobre todo en esta casa, porque es la que más cuidados necesita y a pesar de eso, no dejamos de tratar con amor a todo aquel que entra en ella.
Los animales también son unos expertos haciendo hogar. Da igual si hay pelos, si sus camas huelen un tanto saladas cuando toca ventilarlas, si hay juguetes o agua por el suelo después de un ataque repentino de sed. Lo importante es el amor que se respira en él, aunque de vez en cuando toque poner una vela…
Nosotros hacemos que nuestra casa sea bonita; nosotros hacemos de ella un hogar. Y es nuestro deber que los amigos no quieran irse una vez entran.

Hay algo más importante aún: llevar el hogar allá donde vayamos porque el hogar siempre debemos ser nosotros