¡Lo encontré! Por un momento he pensado que no lo había puesto en la maleta. Con lo que cuesta elegir el vestido ideal para estas ocasiones. No vale ir de cualquier manera, la gente se toma muy en serio esta noche. Y es que las fiestas del pueblo son muy importantes. Su gente lleva todo el año esperándolas.
La plaza, esa tan vacía y solitaria durante el resto del verano, se llena de sillas para disfrutar del espectáculo. Al fondo, en el lugar más importante de la plaza, colocan el escenario para que nadie pierda detalle. Frente la zona de baile está la barra, el sitio ideal para refrescar el gaznate mientras se dan los primeros pasos arrítmicos. Aunque normalmente el baile se vuelve arrítmico conforme avanza la noche.
Debo darme prisa, en cinco minutos he quedado con Adelina, el tiempo que hay de casa de mis abuelos a los suyos. Seguro que los encuentro tomando el fresquito en la puerta antes de bajar a la fiesta. Después iremos a buscar a Carolina y Mª José, que son las que viven más cerca de la plaza.
Ya estamos las cuatro juntas, riendo y bailando por el camino aunque la música no haya empezado a sonar todavía. Las luces de la plaza están encendidas, en breve el escenario hará lo mismo. ¿Cómo se llamará la orquesta de este año? Son maravillosas, haciendo miles de kilómetros para hacer felices a aquellos que solo tienen esa noche para ellos. Y da igual si tocan la canción del verano, un buen pasodoble o Paquito el chocolatero, aunque este último no puede faltar en una noche tan importante. Observo cómo gente lleva sus mejores galas, dispuestos a darlo todo al ritmo de la orquesta más entregada que hayas visto nunca.
¡Ya han empezado a tocar! Y pueden verse las primeras caras conocidas en medio de la pista de baile.
El pueblo se llena de familiares y forasteros, como les gusta llamarnos.
No recordaba lo que se llega a comer en estas fiestas. Lo mismo te ponen un pollo entero que unos choricillos a las 2 de la mañana. ¿Quién tiene hambre a estas horas? Claro, los que han estado refrescando el gaznate.
Es curioso como la noche más importante del verano es la que más rápido se acaba. Pierdes la noción del tiempo entre mostos y rebujitos. Pero, ¿qué es lo que no puede faltar en un fin de fiesta? Los churros con chocolate. Porque en ese momento te da igual si has estado a 40 grados a la sombra esa tarde. Los churros en fiestas no dan calor sino ese rico olor a verbena.
Uno de los mejores momentos es cuando te vas de la fiesta antes de que acabe, y de camino a casa tienes que ponerte una chaquetilla porque ha empezado a refrescar. Cogida del brazo de tus amigas, bailando por esas calles solitarias en las que todavía se sigue escuchando esa última canción.