Y es que parece mentira porque una se siente más joven. Y no, no estoy diciendo que no sea joven con más de 40, solo faltaría, pero debo reconocer que algo raro pasa a partir de esa edad. El qué, todavía no lo sé. Pero al menos en mí muchas cosas han cambiado. Y, como en todos los cambios, hay un proceso de adaptación por el que debo pasar.
No es que esos cambios sean muy drásticos, pero una se conoce a sí misma y todo aquello que cambia en ti lo notas por pequeño que sea. Y mientras estás en ese proceso de adaptarte a todo eso que está ocurriendo, el camino a veces se hace un poco difícil.
Cuesta reconciliarse con todas esas novedades que conlleva el paso de los años. Pero yo he decidido quedarme con lo importante: mi autoconsciencia y autoconocimiento. Aunque con alguna arruguita de más, no vamos a engañarnos. Pero también es cierto que una parte de mí se siente poderosa y debo reconocer que es algo que no he sentido hasta ahora.
Sé que eso es debido a mis vivencias y aprendizajes, en realidad poco o nada tiene que ver con la edad, aunque lo haya vivido como si estuviesen unidas.
¿La crisis de los 40?
Del mismo modo que cada época de nuestra vida tiene su función emocional, esas épocas también tienen sus crisis, las cuales son necesarias cuando hay cosas que cambiar.
Hay momentos que marcan un antes y un después sin poder evitarlo. ¿Podríamos llamarlos crisis? Seguro que a más de uno sí.
Tengo las ganas de vivir que con 20 no tenía
Mis 20 y su depresión paralizaron mi vida. Estaba en una edad en la que me tendría que haber estado comiendo el mundo pero fue el mundo el que me comió a mí. Aunque ahora me siento afortunada por ser quien soy y por mis vivencias, es cierto que durante muchos años me estuve castigando por no haber vivido como debía hacerlo a esa edad. Es lo que tiene cuando tu mente te repite día tras día que no hay un futuro para ti.
Aprendí de ello, me replanteé muchas cosas pero se me fue de las manos porque llegaron mis 30 y su ansiedad. Todo ese futuro que faltaba en la depresión lo utilicé desmesuradamente con la ansiedad. Y en ambas hubo una crisis de identidad bastante importante.
Cada una en su estilo, porque se viven muy diferentes, pero con algo en común: la sensación de haber perdido años de mi vida.

Por lo tanto a mis 40 he decidido cogerme unas vacaciones al respecto y no volver a tener otra crisis. Bueno a mis 42, que acabo de quitarme dos años por la cara.
Así que la famosa crisis de los 40 no ha llamado a mi puerta porque en este momento tengo mis deberes emocionales hechos y siento que estoy donde y como debo estar: desarrollando mis talentos en el presente para que mi futuro sea mejor que el que ha sido hasta ahora.
¿Acaso es tarde para empezar de nuevo?
¿Qué me está pasando?
Es cierto que empiezas a ser más consciente de tu cuerpo y cuando eso pasa te sientes poderosa. Es como si nada pudiera pararte. Te conoces en todos los sentidos y te preguntas: ¿en qué he estado pensando todos estos años? Porque hay cosas que estaban pasando igual, pero tú ni te dabas cuenta.
Mis anteriores crisis, mis aprendizajes, el desarrollo de mi intuición y sensibilidad me están haciendo vivir estos 42 plenamente. Se dice que la experiencia es un grado y esta época es fantástica en muchos aspectos. Y si no lo es, de nuevo hay que plantearse qué es aquello de debemos cambiar para mejorar nuestra vida, aceptando tanto lo que está en nuestra mano como lo que no.
Pero claro, ya se empieza a notar el paso de los años y esa del espejo ha vuelto a cambiar. Y lo que ves precioso en otra mujer, con esa piel madura y ese brillo en los ojos de saber lo que quiere, resulta que en ti cuesta verlo igual.

Las arrugas de los ojos en las cuales te dices a ti misma: cuánto me he debido reír. Porque siempre se ha asociado a eso, a una persona alegre y sonriente. Pero, ¿qué pasa con la flacidez de la papada? De eso no he escuchado nunca nada bonito al respecto. Nunca he oído: «mira qué papada, esta mujer deber ser súper simpática». O el famoso código de barras que de repente ha decidido hacer acto de presencia encima de tus labios ¿Será porque hemos sido muy besuconas? En mi caso ya confieso que no. Pero esto no acaba aquí.
Qué sorpresa cuando la elasticidad y firmeza de la piel deciden cogerse también unas vacaciones. Hay partes del cuerpo que siguen ahí, como «casi» a los 20. En cambio otras parecen ser de otra persona. ¿A qué es debido esa variedad de texturas en un mismo cuerpo?
Por no hablar de la menstruación. ¿Es necesario enterarse de todo el ciclo durante todo el mes, todos los meses y en todos los años fértiles que te quedan?
Recuerdo que antes era consciente de que me había bajado la regla cuando me había bajado la regla, punto. Ahora soy la Sra. Menstruación todo el mes. Ella siempre me recuerda que está ahí y también me recuerda que estoy más cerca de su despedida. Es cuando empiezas a tenerle miedo a la menopausia.
Está muy bien eso de ser conscientes de nuestro cuerpo, pero a veces se echa de menos esa inconsciencia de la juventud. Y a los 42 te preguntas: ¿Qué me está pasando?
¿Hay algo positivo?
Como todo en esta vida hay cosas que puedes mejorar y otras no, así que no te queda más remedio que aceptarlas. Estoy en proceso de cuidarme más, mejorar todo lo que está en mi mano y aceptar el resto. Sé que voy a necesitar mi tiempo para superar ese proceso de adaptación del que hablaba al principio, pero también sé que lo haré por la sencilla razón de que me quiero. Sí, me quiero mucho más ahora que antes. Porque mi piel estaba mejor antes, sí, pero mi espíritu no y eso se notaba en mi autoestima. Me quería lo justo para intentar estar bien pero no lo suficiente como para mantenerlo.
Lo importante está en nuestro interior, que es donde encontraremos la verdadera belleza. Aunque pueda parecer un tópico, es algo que la madurez nos da. Ver la belleza más allá de lo que perciben nuestros ojos.
Seguro que has conocido a alguna persona que sonríe con la mirada, que desprende tanta luz que ni te fijas en sus «supuestos» defectos. Ahí está la belleza de la que hablo, la que se muestra en forma de energía.
Hay días en los que me maquillo un poco para verme bien, otros no lo necesito. A veces lo hago para mejorar la visión de mí misma, lo reconozco, pero otras porque siento que esa soy yo, sin más. No hay nada de malo en resaltar algo bonito en ti de manera externa, claro que no. Porque en el fondo sabes que por mucho maquillaje que lleves nada es comparable a la belleza infinita que tienes dentro.
Lo verdaderamente importante sigue estando ahí y no en lo que ves en el espejo. Porque cuando son días buenos en los que te ves bien, todo va bien. ¿Pero qué pasa cuando lo que ves no te gusta?,¿cómo se refuerza eso?
El espejo nos devuelve el reflejo de lo que sentimos
Si ese día te sientes especialmente guapa y te pones la ropa con gusto, ¿por qué fastidiarlo mirándose tanto al espejo y ver otra cosa?
A veces el reflejo que muestra es el de cómo nos hemos sentido la mayoría del tiempo. Y eso no siempre podemos cambiarlo. Cuando eso me pasa, me visto de: «hoy me siento radiante. Eso son 42 años bien puestos y lo demás son tonterías».
Me miro lo justo para ponerme mi máscara de pestañas, un buen pintalabios de esos que alegran los corazones, intentar peinarme sin bollos cosa que nunca es posible y adiós espejito espejito. No quiero que ningún reflejo de esa que no soy yo me amargue el día.

El cuerpo es el avatar que nos ha tocado llevar sin poder elegir. Lo importante es el alma que lo maneja. Pero es cierto que debemos cuidarlo ya que nos va a durar toda la vida
Porque cuando sonreímos, cuando nos sentimos felices y seguras, desprendemos más belleza de la que probablemente seamos conscientes. Y esas arrugas que tanto odiamos son un símbolo de fortaleza, sabiduría y madurez. Una muestra de que con el paso de los años seguimos aquí, viviendo. Y es que a veces de tanto vivir parece que se nos olvida que lo estamos haciendo.
Me siento afortunada por seguir aquí y tener la oportunidad de ver cada una de esas nuevas arrugas que quiere hacer este viaje conmigo. Eso sí, las cuidaré para que se vayan sumando de una en una y sin prisa.
Me quedo con mi yo de ahora y sus defectos. Con ese «pasar de los años» que tantas oportunidades de aprender me está dando. Con mi autoestima y autoconocimiento. Con mis complejos. Y con el pensamiento de lo bonito que hubiese sido conocer a la mujer que soy ahora un poquito antes.

Hay que quererse ahora, es el único momento real que tenemos para hacerlo
Bonita reflexión, hay que hacer un carpe diem de nosotros mismos y continuar creciendo en el camino conociéndonos, explorando y aceptándonos.
Así es, siempre hay algo que descubrir en nosotras mismas y aceptándonos es cuando empieza el verdadero crecimiento.
Gracias por tu comentario Eva.
Que tengas un bonito camino lleno de crecimiento y aprendizaje.